Regalar es delicado. En parte, porque en general nos corre el tiempo: hay que inspirarse y elegir el objeto adecuado en días que están contados y mas cuando desde el mes de octubre los centros comerciales ya se han llenado de artículos que nos recuerdan lo próximo de la Navidad, el Año Nuevo y el Día de Reyes.
Así que todos tenemos prisa y nos enganchamos en una carrera vertiginosa por terminar los asuntos pendientes en el trabajo, asistir puntualmente a los brindis navideños y por si fuera poco comprar regalos para amigos y familiares que hasta cierto punto revelan que pensamos de ellos, qué les gusta, qué saben ya y qué quieren saber todavía, con qué se entretienen, la verdad esto es angustiante y mas cuando esta pequeña búsqueda de «felicidad» en un objeto que signifique mucho para los dos casi nunca aparece.
Y aunque estos objetos parecieran nunca aparecer, la verdad es que año con año nos preocupamos y esforzamos en encontrarlos, como si se tratase de la arca perdida, y aunque muchos dirían que esta búsqueda solo hace que volvamos una gran festividad en algo melancólico, consumista, cíclico, sombrío, festivo, pagano, frívolo lo cierto es que a su vez la convierten en algo divertido y esperanzador…
Quiero creer que las penas de no encontrar el regalo perfecto o en el peor de los casos encontrarlo pero no tener a quien dárselo, es lo que hace de esta, una fiesta única y en algunas ocasiones memorable.
¡Les deseo un hermoso fin de año, tiempo de reencuentros, balances y renovación de energía (y de excusa para regalos y autorregalos…)!
Gracias por recordarme que ser libre también es un regalo.